sábado, 29 de noviembre de 2008

LOS SABADOS ARTISTICOS DE ANEA- ICA


“El arco iris de Sérvulo”

Presentación: Antenor Maraví Izarra, Presidente y Rolando Ramos Aguirre, Secretario de Prensa y Propaganda de ANEA-Ica, respectivamente.

Iniciamos hoy con la presentación y consiguiente homenaje a uno de los más grandes exponentes de las Artes Plásticas de la Región Ica: SERVULO GUTIERREZ ALARCON. Dentro de esta perspectiva, en adelante sábado a sábado abriremos las ventanas de esta importante comunicación cyber espacial para hacer conocer que la Región Ica, es una inmensa cantera de grandes artistas, y como tal, como un justo reconocimiento a sus valiosos esfuerzos y aportes a la cultura regional y nacional, iremos presentando a los hombres y mujeres del arte contemporáneo de Ica…

Breve Biografía: Sérvulo Gutiérrez Alarcón - Ica - Perú (1914)

Se apellidaba Gutiérrez Alarcón; pero todos lo conocieron por su nombre: Sérvulo. Porque fue una personalidad en singular. Nació en Ica en 1914 y murió en Lima en 1961. La educación secundaria estudió en el colegio bicentenario “San Luis Gonzaga”, Alma Mater de Ica. Como ningún otro pintor peruano, gozó de popularidad y el éxito; pero el destino le deparó una existencia intensa y breve, dotándolo de un talento instintivo, vivaz, impetuoso y una simpatía cautivadora, dadivosa de sí mismo, extremista generosidad y vitalismo, como carente prudencia o contención.

Provenía de un círculo familiar de clase media modesta, de artesanos y gente bohemia de esas de "corazón en la mano", de criollismo alegre, pendenciero y decidido, vinculados de algún modo al arte y la bravura -uno de sus hermanos fue un notable restaurador de obras arte y el otro, fue aquel "Tarugo", bachillero, pequeño e intrépido, cuyo valor escarapelaba a los espectadores en los tendidos de los redondeles taurinos. Edilberto que murío hace apenas tres años fue campéon de Ajedrez y socio de Anea-Ica. Los demás: tíos, primos, sobrinos, alternaban la "restauración" con los más variados menesteres,toda su estirpe gozó de dotes artísticas.En su vida polifacética, Sérvulo en su mocedad, empezó a llenar las páginas periodísticas destacándose como boxeador amateur y en tal condición viajó a Argentina a disputar un campeonato la categoría Mosca; logró el título de sub-campeón, radicando luego en Buenos Aires donde abandona el boxeo y se casa, para dedicarse, siguiendo la tradición familiar, a la restauración; incluyendo en ésta, por imposiciones de la circunstancia, la "fabricación" de "huacos" - cerámica peruana precolombina en la que era un experto, logrando "colocarle" al Museo de Arqueología de la ciudad de la Plata - Provincia de Buenos Aires- un ejemplar tan perfecto, que llegó, años más tarde, cuando él había dejado la cerámica por el ejercicio de la plástica, a una aguda polémica entre “conocedores”, cuando la Revista "Life" (USA) lo reprodujo a toda página y color, presentándolo como singular especie del género. Sérvulo, irónico y desprejuiciado, denunció, él mismo, la paternidad irrefutable.Ese fue Sérvulo el hombre ¿Cómo era el artista y cómo fue su obra? Pues tal como fue su vida.

Entre el uno y lo otro existió unidad total. Por aquella habilidad de fabricante de huacos, descubrió su vocación de escultor y para desarrollarla concurrió un tiempo al taller del pintor argentino Petorutti, sagaz maestro bajo cuya dirección aprendió a dibujar y, cuyo rigor hábil, orientado encarriló el levantisco temperamento del iqueño, obligándolo a una severa disciplina de formación. Son de ese tiempo aquellos bellísimos dibujos al lápiz, tan rigurosos de factura como ceñidos de contorno, diseños que parecen de mano de un "cuatrocentista ", salido de la "Bottega " de Squarcione y compañero de taller de Piero della Francesca o de Mantegna. Su conocido autorretrato, algunos estudios de bodegón y los retratos de su mujer, Claudine, así como sus escasas pero estupendas cabezas escultóricas, son de ese tiempo o se le avecinan.Viaja a París, donde reside algún tiempo y retorna a Lima hacia 1940, trayendo de su experiencia parisina, una cicatriz que le cruzaba la mejilla, de la boca a la oreja, resultado de una reyerta nocturna callejera en la "Rive Gauche", con unos argelinos y una madurez conceptual que demuestra públicamente en 1942, cuando gana el primer premio execuo, con Ugarte Eléspuru, en el concurso de pintura de la "Exposición Sobre Motivos Amazónicos", en la que intervinieron lo más destacado de los jóvenes plásticos peruanos de aquellos días. Ahí expuso su pieza mayor de escultura; un magnífico desnudo, en tamaño natural, titulado "La Amazonía “ y que representaba a una especie de Diana Cazadora indígena, templando el arco.


Es también de ese tiempo su más característica pintura de aquel período: la titulada "Los Andes". Vigorosa concepción de sentimiento telúrico, inspirada en una figura miguelangelesca: "la madre", del Diluvio Universal, en la bóveda de la Sixtina, en Roma. Su éxito fue rotundo; pero, paradójicamente, él abandona ese estilo y también la escultura y se dedica exclusivamente, desde entonces, a la pintura e inicia su aventura de colorista apasionado, bajo la indudable influencia de Ricardo Grau, cuyos ocres dorados y los afinamientos de paleta interesaron al bravío instinto del iqueño. Deja los tonos terrosos de su primera manera, y los volúmenes rotundos, de sabor más bien escultórico, con su fuerte contraste volumétrico y su pesantez formal, para buscar en las galanuras de las gamas tonales luminosas la expresión de su emotividad. Son de entonces el bello retrato de Claudine, en ocres dorados y rosas tenues, su “autorretrato”, tomado de aquel que antaño diseñara al lápiz cuando su estancia platense, y algunos bodegones. Con esas pinturas se cumple en Sérvulo la etapa del constructor riguroso. Hacia 1950 se inicia aquella otra de su expresionismo apasionado.

Por entonces el color ha tomado el mando de su forma y ésta se desdibuja, se estremece, vibra y ondula al unísono de su pinceleo rápido, preciso, espontáneo, repentinista e instintivo.Dibuja con el color y colorea con el dibujo. Ya no es un seguidor de Grau y más bien es éste el que se impresionará de los alardes de colorista del iqueño. Importa la materia, en un precursor uso del texturismo, que aún no estaba de moda, entre nosotros al menos; sus trazos son febriles, dislocados, caligráficos, de un lenguaje plástico de gramática particular, en la que se atropellan todas las normas de la lógica y se imponen las un orden propio, instintivo, iluminado. "Sólo las cumbres tenemos la familiaridad de las tempestades" escribió el poeta, Sérvulo, que también lo fue ocasionalmente -ha dejado algunos trozos de poemas muy bellos- pareciera adoptar esa postura señera y singular: cuspical y tempestuosa; pero no de tiniebla sino de radiante luminosidad. Pintó entonces sus más apreciados retratos, en los pese a macular los rostros con audaces manchas vívidas y antirrealistas, supo mantener el parecido, la coherencia y carácter del género. Hacia 1955 se inicia la etapa final de su agitada existencia. Entonces ya hacen sentir los estragos de una vida dilapidada en el alcohol y el peregrinaje pasional.

Pinta por esos años, en forma alucinante: paisajes, bodegones, retratos y rostros de Cristo, sangrantes, trasijados de angustia, que son como
transfiguraciones de su propio drama diario, conmovido de remezones íntimos, de eso expectativas y desengaños. Esos paisajes de fantasmagoría son sin embargo, identificables con su Ica natal, regresivos a un recuerdo de tiempos pasados y perdidos. Cielos de incendio sobre medanales desérticos, de soledad y silencio. Naturalezas muertas de objetos transfigurados en cromatismo puro, primario y delirante, como su vida misma, que fue una tragedia de soledad viyencial. Sérvulo encubría, en el trasfondo de sus chocantes bizarrías, un alma de niño extraviado. Su bondad fue primordial, como lo fueron sus ilusiones y sus deslumbramientos.
Fue un impenitente bohemio, movidizo, romántico, vitalista, tan abiertoa la cordialidad como propenso a la agresión, sin acrimonia, por puro espítu agonal. Cada vez que llegaba a su Ica querida, lo primero que hacía era buscar a los canillitas, a los vendedores ambulantes y campesinos y ante todo a los niños en general. Según testimonios dejados por la dama alemana Cecilia Drumm de Orihuela que radicó por muchos años en Ica, Sérvulo compartió inolvidables noches de tertulia y bohemia con Francisco Pérez Anampa (Autor de la Polka: A la Huacachina). Entre sus entrañables amigos se recuerda al escultor Víctor Pacheco Cabezudo, Pedro Mejía Cabrera, Raquel Meneses Villagra y especialmente Dn. Pablo Soldi, que muchos lo consideran como su mecenas y contertuliante en sus inolvidables noches de rapsodia cromática, de su presencia en Ica, hay tantas versiones selladas en Huacachina, el Hotel Salvatierra. Fue un excelente conversador. Cada vez que asistía a la Iglesia Luren, solía conversar en alta voz con la venerada Imagen del Señor de Luren. Muchas damas de la sociedad limeña e iqueña no ocultaron su admiración a su sin par tertulia artística, una de ellas es la recordada dama Doris Gibson, fundadora de la Revista Caretas.

Tuvo muchos amigos cuando sus días de triunfador, cuando derrochaba amistad, amor, dinero y salud a manos llenas. Fue el mimado de los galeristas que lo usaron para el negocio y de los snobs dilettantes y ricos que celebraban sus ocurrencias en las noches de parranda en los bares de lujo. Mundillo mendaz y pedestre, que lo encumbró sin comprenderlo y lo celebró sin amarlo. Todos lo abandonaron en los tiempos postreros, cuando retorna desengañado a la sordidez de los bares de baja estofa y a los contertulios beodos. Pinta entonces sus últimas obras, de noche, al filo de la madrugada, entre vapores de alcohol y aguarrás, sobre cualquier cosa; con los dedos cargados de colores embadurna frenético y flamígero, como si ese febril dinamismo fuera una llama íntima que lo consume y que transforma en bermellones aullantes, rodeados de verdes agrios y marginados por trazos serpentinos, enloquecidos de pasión expresiva. Nadie manejó el color con tan intuitiva sabiduría. Cuando el anecdotario que desfiguró su imagen auténtica se olvide, quedará la extraordinaria, singular, calidad de su arte. Cuando se evoque su sino trágico se dirá, parafraseando al poeta granadino: "tardará mucho en nacer, si es que nace, un peruano tan claro, tan rico de aventura”. (Antenor Maraví I. y Rolando Ramos A.)

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