Luis Guzmán Palomino
Fue el movimiento más importante que se dio contra la dominación colonial. Su componente social fue básicamente indio campesino, bajo el liderazgo de curacas; pero intentó la unidad peruana, convocando a todos los sectores con la única excepción de los españoles peninsulares. Confió incluso en un sector de los criollos ricos, especialmente en el clero provinciano, por ejemplo en el obispo del Cuzco, Moscoso y Peralta. Ese fue uno de sus grandes errores, pues la contradicción entre naciones fue imposible de resolver.
Tuvo un amplio programa político, social y económico. Fue anticolonial: Túpac Amaru, en el desarrollo de la guerra, se definió separatista, proclamando la restauración de la Autonomía Andina. Pero siendo un cacique culto, no buscó la simple restauración del Imperio de los Incas, sino la construcción de una monarquía moderna al estilo de la inglesa. Con ello, traspasó los linderos del mesianismo y la utopía, que existieron sin duda en la masa campesina.
Tampoco fue milenarista; no se advierte que la reivindicación de dioses nativos haya tenido importancia. Sólo un minoritario sector reclamó la restauración del culto al dios Sol. Por lo demás, Túpac Amaru dijo respetar la religión cristiana, tal vez por su esperanza de captar el apoyo del clero provinciano. Pero como se sabe, fue excomulgado y los curas se alinearon en su contra, casi todos.
El movimiento asumió las principales reivindicaciones de los indios, tales como la abolición del tributo, de la mita y del reparto; y aún más importante fue que en su desarrollo propiciase una distribución más justa de la tierra, adquiriendo un matiz antifeudal.
Acciones como el ajusticiamiento del corregidor Arriaga y el arrasamiento del obraje de Pomacanchis marcaron ese ritmo revolucionario. Túpac Amaru actuaba como Inca, desde el principio.
Pero el líder, en su afán de captar a los grupos no-indios, asumió otras demandas. Se pronunció contra los gravámenes que afectaban a la pequeña burguesía, formada por criollos pobres, mestizos y castas. Y también contra la esclavitud de los negros, decretando su libertad al iniciar la lucha revolucionaria.
Pero fue imposible alcanzar el objetivo de la unidad peruana, primero porque la facción de los criollos ricos, ante el desborde indio, se alineó inmediatamente con los españoles peninsulares; y segundo porque la masa campesina, principalmente en el Alto Perú, vio como enemigo a todos los no-indios, desarrollando acciones de violencia racial, ante lo cual muchos mestizos y criollos pobres, que tal vez se hubiesen plegado a la revolución, optaron por apoyar a la clase dominante. De otro lado, los negros, enfrentados desde siempre con los indios, tampoco entendieron o no pudieron captar el mensaje libertario de Túpac Amaru.
Por eso debe decirse que el apoyo dado al movimiento por algunos negros, castas, mestizos y criollos pobres, fue la excepción de la regla. Pero fue un apoyo digno de todo encomio, pues estuvo signado por una lealtad hasta el sacrificio.
Como se sabe, la revolución fue doblegada, después de tres años de guerra sangrienta, con más de cien mil revolucionarios muertos, y entre ellos todos sus líderes.
Es muy importante tomar en cuenta que un buen número de caciques, los más ricos, defendió la causa de los opresores, comandando milicias indias que formaron en el ejército represor. Entre esos traidores a su nación estuvieron Pumacahua y Choquehuanca.
Junto con la represión militar se pretendió aplicar la represión ideológica. En la sentencia pronunciada contra José Gabriel Túpac Amaru, se prohibió a los indios el uso de sus trajes ancestrales; se ordenó destruir las pinturas y retratos que existían de los Incas; se requisaron los pututos, argumentando que su sonido lúgubre era por el luto que guardaban los indios por sus pasados monarcas; y hasta se intentó borrar toda mención a los Incas. Demás está decir que los Cometarios Reales del Inca Garcilaso fueron requisados. Pero ello no fue suficiente para destruir la tradición india, que supervivió no obstante tantas adversidades.
Diremos finalmente que, aunque parezca irónico, la corona española coincidió con Túpac Amaru en varios de sus objetivos. Areche vino al Perú para intentar contener el poder cada vez más creciente de los potentados criollos. Túpac Amaru, por su parte, de haber triunfado hubiese traído abajo el montaje de la dominación del cual eran principales beneficiarios la burguesía comercial financiera aliada a los terratenientes feudales y los propietarios de minas y obrajes, en su mayoría criollos. Tal como anota Jürgen Gölte, la revolución políticamente fue contra España, pero si estudiamos con detenimiento su trasfondo económico veremos que apuntó a destruir el poder que controlaban los criollos ricos. Esto explicaría el por qué este grupo, inmediatamente desatada la revolución, cesó de momento en sus disputas con la corona, formando un solo bloque con los españoles peninsulares para aplastar un movimiento que atentaba contra sus intereses de clase.
Por otro lado, Túpac Amaru luchó por la abolición del reparto y extinción de los corregidores. Areche hizo lo primero en 1780 y lo segundo en 1784. Con esto se vino abajo todo el montaje de dominación que había favorecido el progreso de la burguesía comercial financiera de Lima, pues extinguidos los corregidores no tuvo ya el instrumento que fue motor principal de dicho mecanismo. En la sociedad colonial, frustrado el proyecto burgués, las aguas volvieron a su nivel, quedando como clase dominante principal la de los terratenientes feudales.
Después de la revolución, la corona impuso gobiernos severos, y entonces pasó a ser principal la contradicción que siempre había existido entre españoles peninsulares y españoles americanos, germinando el separatismo criollo.
(*)(Tomado de Internet: Cultura y Sociedad en los Andes)
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