Bodas de plata sacerdotales del poeta Luis Zambrano Rojas
Antenor Maraví Izarra
Los días 7 y 8 de Agosto, con ocasión del jubileo organizado en homenaje a los 25 años de ordenación ministerial, del poeta y sacerdote iqueño Luis Zambrano Rojas, párroco de la Iglesia “Pueblo de Dios” de Juliaca - Puno; quiénes tuvimos el privilegio de estar presentes en cada uno de los actos celebratorios, hemos compartido indescriptibles horas de solidaridad y gratitud a la labor cotidiana de este excepcional sacerdote, - ni las inclemencias del frío invernal que incesantes hacían notar su presencia nocturnal, pudieron mermar esta cita de afecto entrañable al homenajeado – todos a viva voz, entre cánticos y lágrimas, varones y mujeres, autoridades y esa numerosa feligresía conformada en su mayoría por jóvenes de este pujante pueblo del altiplano peruano, descendientes de los antiguos aymaras y quechuas, todos contritos y llenos de fervor religioso vibraron al lado de su guía y pastor espiritual.
Entre los importantes actos programados en este jubileo, cabe destacar la presentación del sexto poemario “En el Nudo del Tiempo”, esta importante entrega, igual que los otros poemarios que le antecedieron, caracterizada por su contenido eminentemente social y esa tenaz defensa y promoción de la vida y la dignidad de los seres humanos, es muy posible que hubieran rasgado las vestiduras de prelados pacatos y conservadores como Cipriani, empero ahí estuvo siempre solemne, este singular párroco, rodeado de poetas, escritores y declamadores, para muchos con olor a santidad, desatando con humildad las lianas de su reciente poemario, con testimonios valorativos de sus raíces ancestrales así como la descripción de sus incansables desvelos, ora como poeta y ora como sacerdote, a lo largo de estos 25 años de caminata pastoral, en las que cuasi proféticamente se adelantó al mensaje de la V Conferencia llevada a cabo hace algunos meses atrás en el Santuario de la Aparecida (Brasil),donde los obispos participantes proclamaron la importancia de acentuar la práctica de la Iglesia latinoamericana proyectada especialmente a los pobres y sojuzgados del mundo católico.
La concelebración de la Misa de Acción de Gracias con la participación de 30 sacerdotes procedentes de diferentes latitudes tanto del país como del exterior, con manifestaciones testimoniales y admiración resaltando sus excepcionales cualidades, fue otro de los actos inolvidables de este jubileo en los que, entre otras referencias se hicieron mención los avatares y variadas dificultades a los que pacientemente tuvo que hacer frente antes de su ordenación.
En sus innumerables jaculatorias poéticas y religiosas, siempre ocuparon el núcleo de su devoción pastoral, los excluidos de siempre, precisadas con tanta ternura en su poema “Hacedores de luz”: Adoro/ los labios originales,/sin colores postizos,/de la madre de la puna,/los callos de sus manos,/marcadas por las ollas,/por las piedras,/por las cebollas,/por la guerra y las estrellas./ Porque esos labios y esas manos,/solo ellos/han fabricado la luz.
La misma dimensión de ternura infinita al ser humano encierra el poema “Aquel Hombre”: Me daba pena aquel hombre/ tirado, con la cara al sol/ y la lengua seca. Corrí y le ofrecí un poco de agua;/ pero él me miró con la tristeza/ de los que se sienten morir. Desesperado lo cogí en mis brazos/ y lo llevé a la fuente de agua/donde empapé su ropa y sus carnes…/clavó en mi sus ojos/y me miró con lástima. Le hablé, le sonreí…/entré con él al agua y canté al viento./ Y entonces, sólo entonces/ el Hombre tuvo sed.
Así de transparente, como el agua cristalina de un buen manantial, en el armonioso ritmo de las palabras, este poeta y sacerdote, hacen flamear en el cielo de su amor a los hombres y mujeres olvidados de su ministerio.
Siempre amó y compartió su apostolado con los más humildes, de vida franciscana, actualmente conversa con fluidez las lenguas aborígenes de esa gran nación de aymaras y quechas (comarca), donde todos los días, entre el sahumerio de las nubes blancas que rondan abrazadas al cielo azul de su Juliaca querida, y los luceros del alba danzan en rituales de despedida ante la cercanía del amanecer, este singular pastor de las altas cumbres, todos los días enciende las fogatas de sus plegarias, llenas de amor. Nunca cobró un solo centavo por los actos sacramentales que le toca realizar en su jurisdicción eclesial. ¡Así es, este singular sacerdote iqueño, moble y generoso hasta el borde de las lágrimas, hoy convertido en uno de los principales referentes de esa pujante y altiva Juliaca, su segunda tierra por adopción espiritual.
En esta breve semblanza, finalmente, permítaseme traer a colación las palabras pronunciadas en un acto similar por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, pues se circunscriben plenamente como si hubieran sido hilvanadas para este homenaje enlazada a ese nudo del tiempo y espacio, representados plenamente en sus seis poemarios, nacida en la tercera orilla de ese río caudaloso que es su vida, en la que sólo los escogidos como él, logran forjar, “esa tercera orilla, que fluye del encuentro de otros dos, que florecieron y se multiplicaron juntas entre el calor de la iglesia y la universalidad de la palabra, hecha poesía, donde la voz del sacerdote y del poeta, al unísono comparten espacios de amor al servicio del ser humano”, considerado como el templo superior de la creación divina.Desde estas líneas, resaltamos su ejemplar ejecutoria sacerdotal y distinguida presencia en la poética social nacional, pues en cada uno de sus actos y oraciones, sus palabras siempre se circunscribieron en esa incesante búsqueda de bienestar para los hombres y mujeres excluidos de nuestro país, especialmente de las zonas alto andinas en cuyas vertientes la pobreza y extrema pobreza siempre han sido un paisaje común, donde la intensidad y la dimensión de las palabras suelen temblar en el aire, abrazados al dolor constante del hombre y la mujer, en cuyas manos y pies, la vida suele cargar muchos rostros de olvido, y abarca más que un bajo ingreso económico, mala salud, falta de vivienda y una adecuada educación, que reflejan conmovedoramente ese doliente abandono en que se encuentran .
Entre los importantes actos programados en este jubileo, cabe destacar la presentación del sexto poemario “En el Nudo del Tiempo”, esta importante entrega, igual que los otros poemarios que le antecedieron, caracterizada por su contenido eminentemente social y esa tenaz defensa y promoción de la vida y la dignidad de los seres humanos, es muy posible que hubieran rasgado las vestiduras de prelados pacatos y conservadores como Cipriani, empero ahí estuvo siempre solemne, este singular párroco, rodeado de poetas, escritores y declamadores, para muchos con olor a santidad, desatando con humildad las lianas de su reciente poemario, con testimonios valorativos de sus raíces ancestrales así como la descripción de sus incansables desvelos, ora como poeta y ora como sacerdote, a lo largo de estos 25 años de caminata pastoral, en las que cuasi proféticamente se adelantó al mensaje de la V Conferencia llevada a cabo hace algunos meses atrás en el Santuario de la Aparecida (Brasil),donde los obispos participantes proclamaron la importancia de acentuar la práctica de la Iglesia latinoamericana proyectada especialmente a los pobres y sojuzgados del mundo católico.
La concelebración de la Misa de Acción de Gracias con la participación de 30 sacerdotes procedentes de diferentes latitudes tanto del país como del exterior, con manifestaciones testimoniales y admiración resaltando sus excepcionales cualidades, fue otro de los actos inolvidables de este jubileo en los que, entre otras referencias se hicieron mención los avatares y variadas dificultades a los que pacientemente tuvo que hacer frente antes de su ordenación.
En sus innumerables jaculatorias poéticas y religiosas, siempre ocuparon el núcleo de su devoción pastoral, los excluidos de siempre, precisadas con tanta ternura en su poema “Hacedores de luz”: Adoro/ los labios originales,/sin colores postizos,/de la madre de la puna,/los callos de sus manos,/marcadas por las ollas,/por las piedras,/por las cebollas,/por la guerra y las estrellas./ Porque esos labios y esas manos,/solo ellos/han fabricado la luz.
La misma dimensión de ternura infinita al ser humano encierra el poema “Aquel Hombre”: Me daba pena aquel hombre/ tirado, con la cara al sol/ y la lengua seca. Corrí y le ofrecí un poco de agua;/ pero él me miró con la tristeza/ de los que se sienten morir. Desesperado lo cogí en mis brazos/ y lo llevé a la fuente de agua/donde empapé su ropa y sus carnes…/clavó en mi sus ojos/y me miró con lástima. Le hablé, le sonreí…/entré con él al agua y canté al viento./ Y entonces, sólo entonces/ el Hombre tuvo sed.
Así de transparente, como el agua cristalina de un buen manantial, en el armonioso ritmo de las palabras, este poeta y sacerdote, hacen flamear en el cielo de su amor a los hombres y mujeres olvidados de su ministerio.
Siempre amó y compartió su apostolado con los más humildes, de vida franciscana, actualmente conversa con fluidez las lenguas aborígenes de esa gran nación de aymaras y quechas (comarca), donde todos los días, entre el sahumerio de las nubes blancas que rondan abrazadas al cielo azul de su Juliaca querida, y los luceros del alba danzan en rituales de despedida ante la cercanía del amanecer, este singular pastor de las altas cumbres, todos los días enciende las fogatas de sus plegarias, llenas de amor. Nunca cobró un solo centavo por los actos sacramentales que le toca realizar en su jurisdicción eclesial. ¡Así es, este singular sacerdote iqueño, moble y generoso hasta el borde de las lágrimas, hoy convertido en uno de los principales referentes de esa pujante y altiva Juliaca, su segunda tierra por adopción espiritual.
En esta breve semblanza, finalmente, permítaseme traer a colación las palabras pronunciadas en un acto similar por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, pues se circunscriben plenamente como si hubieran sido hilvanadas para este homenaje enlazada a ese nudo del tiempo y espacio, representados plenamente en sus seis poemarios, nacida en la tercera orilla de ese río caudaloso que es su vida, en la que sólo los escogidos como él, logran forjar, “esa tercera orilla, que fluye del encuentro de otros dos, que florecieron y se multiplicaron juntas entre el calor de la iglesia y la universalidad de la palabra, hecha poesía, donde la voz del sacerdote y del poeta, al unísono comparten espacios de amor al servicio del ser humano”, considerado como el templo superior de la creación divina.Desde estas líneas, resaltamos su ejemplar ejecutoria sacerdotal y distinguida presencia en la poética social nacional, pues en cada uno de sus actos y oraciones, sus palabras siempre se circunscribieron en esa incesante búsqueda de bienestar para los hombres y mujeres excluidos de nuestro país, especialmente de las zonas alto andinas en cuyas vertientes la pobreza y extrema pobreza siempre han sido un paisaje común, donde la intensidad y la dimensión de las palabras suelen temblar en el aire, abrazados al dolor constante del hombre y la mujer, en cuyas manos y pies, la vida suele cargar muchos rostros de olvido, y abarca más que un bajo ingreso económico, mala salud, falta de vivienda y una adecuada educación, que reflejan conmovedoramente ese doliente abandono en que se encuentran .
No hay comentarios:
Publicar un comentario